Puede que veinte golpes de martillo no logren romper una piedra: quizá el golpe veintiuno lo logre. ¿Pero significa esto que los veinte golpes no fueron de utilidad alguna? No. Cada uno de ellos contribuyó con su parte al éxito final; el resultado final fue el efecto acumulado de los veintiún golpes.
Así también, la mente está empeñada en una lucha con el mundo tanto interno como externo. No es necesario decir que el éxito no puede ser siempre el destino. Sin embargo, el hombre puede lograr felicidad eterna al entregarse a obras buenas y saturar la mente en el amor de Dios. Impregnen cada momento de la vida con ese amor. Entonces, las malas tendencias no se atreverán a estorbar el camino. Puesto que si la mente siempre mora en Dios, automáticamente será impelida únicamente hacia buenas acciones.
El objeto de todas las prácticas espirituales es la destrucción de la mente; algún día una buena acción logrará destruirla, exactamente como el golpe veintiuno rompió la piedra. Para este triunfo han contribuido todas las acciones buenas hechas en el pasado; cada pequeña cosa cuenta; ninguna buena acción es desperdiciada.
(del libro: Prema Yoga)
- Sathya Sai Baba.